Como toda música tenemos sonidos realmente hermosos, a los que nombramos un buen momento de nuestra vida, como puede ser la aparición de alguien y cambie cada sonido de nuestros poros y convierta los de antaño en una simple melodía tonta que ha llegado a pegarse en tu cabeza. Alguien o algo que haga tocar melodías olvidadas, de las que creíamos ya inexistente.
Que sí, vale, lo reconozco, también está esa parte tan cacofónica que en algunos casos es mejor olvidadla, pero algunos por mucho que lo intentemos no se van y tienen que persistir dentro nuestro. Esos momentos los llamo yo réquiem, y como el nombre indica son aquellas pérdidas valiosas, aquellas que se deben persistir y no ser como las otras y convertirse en algo más puro, inolvidable para cada uno de los que se han visto influenciados.
Dentro de réquiem añadiría un subgrupo nombrado, al menos para mí, Folding Stars. Éstas, nombradas por una canción del mismo nombre, nos señalan las pérdidas más grandes que podamos sufrir a lo largo de los años, como puede ser la de tus padre, tus hijos, tu pareja, tus abuelos y un largo etcétera de personas importantes que han pasado a lo largo de tu vida, y por mucho que las busques en el mundo no volverán a aparecer en ningún sitio. Creerme cuando digo que la canción le va como anillo al dedo.
Somos música hasta el fin de nuestra vida. Que hemos cambiado más de gusto que otra cosa, algo que se agradece en muchas ocasiones. Que cuando decidimos cambiar algo a veces, vuelven aquellos que tenías olvidados en un baúl para recordarte lo que fuiste o simplemente no te han abandonado nunca, porque siempre permanecen aquellos que lo merecen.
Nunca digas algo tan falso como que no te va el sado musical, que mientes como un bellaco. Todos lo hemos hecho, en una mala racha de nuestra vida, ponernos música más depresiva de lo que estamos y acabando peor que al principio. Pero también en nuestros momentos de euforia le exigimos a nuestro reproductor alguna canción vibrante, con ritmo; para no retroceder en nuestro momento actual.
Directamente, en muchas ocasiones les exigimos a nuestros músicos, los que ponen nuestra banda sonora habitual, que arreglen nuestros problemas y de esa forma ahorramos en las visitas al psicólogo. Y en alguna ocasión les hemos culpado de nuestro problemas por no obtener la solución propicia.
Ahora, que tengo tu atención te diré, y escúchame o léeme, por qué todos somos música. La verdad es que es realmente sencillo. Cada una de nuestras formas de expresarnos, ya sea hablando, mirando, tocando pero sobre todo sintiendo; nos mostrará la melodía que deseamos proyectar a cada persona pero también nos mostrará quien realmente somos.
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